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Cómprese un diorama oriental

Writer: Federico de la RivaFederico de la Riva

Querido Consumidor:


Queda usted formalmente invitado a ser parte de esta escena que le traigo hoy. Le advierto: la invitación es de por vida (¿acaso alguna invitación no lo es?).


¿Dónde es el evento? Donde usted decida. ¿A qué hora? A la que usted prefiera. ¿Quiénes más asistirán? Solo usted.


Claro, olvidé mencionar que usted será la obra y el espectador. Pero ¡momento! porque no todo es confusión. Le dejo una serie de pasos a seguir, cuestiones de etiqueta. Intente seguirlas al pie de la letra:


1. Achique su ego a la máxima potencia: reduzca su cuerpo (recuerde escalar también el tamaño de su alma, nadie quiere un cuerpo vacío, unos ojos sin brillo, recuerde lo que ya dijimos de las mariposas). Sienta cómo se acomodan en una danza sincronizada sus entrañas, como nadadoras rusas, disciplinadas, entrando de a una en el autobús que habrá de llevarlas al agua más próxima. Sienta cómo se estrujan suavemente sus órganos, escuche el crujido de sus huesos cediendo espacio. Y cuando crea haberse achicado, siga. Que el ejercicio de la humildad siempre se abandona por soberbia. Piense en el tamaño de una lágrima, y a la inversa, en la inmensidad que lleva en su panza de vidrio. Así de pequeño lo quiero.


2. Abra los ojos: pero primero, ciérrelos. Viaje con ellos a un lugar lejano. Y vuelva con ojos orientales, de tajos, que puedan ver a través del filamento de las cortinas que esconden al mundo. Ojos que se estiran imitando el infinito del horizonte y no la redondez blanca y concreta de las perlas de un río.


3. Acérquese: pegue su cara al vidrio. Lentamente descienda de su cabeza, como si se bajara de un barco y se subiera a una canoa y entrara por los recovecos de los ríos como raíces de una tierra que tiene otros Dioses.


4. Haga el pacto: intercambie espejos. Contágiese de enfermedades que todavía no tienen nombre pero ya bautizarán nuestras lenguas. Mézclese con la flora y la fauna, sea materia prima para futuros remos que acerquen otras canoas a estas costas.


5- Obsérvese: súbase al lomo de un elefante, cabalgue la fuerza del peso del centro de la Tierra, súbase a una palmera, sea la leche del coco que no verá nunca la luz (los ojos de quien alimenta) salte por el precipicio que no hay red que lo detenga, sea corcho, madera, colmillos, saliva, bosta, piedras, imagine una pelea, un diálogo, una tregua, un encuentro fortuito, en la voz de los animales, huela su piel que nada penetra, enrede sus propios brazos con sus trompas, sea eslabón de una sola cadena.


Y por último, le prometo. 


6- Déjese encerrado, así de pequeño, donde nada puede dañarlo. O todo lo contrario,  donde hasta el menor movimiento puede aplastarlo (recuerde: una estampida también puede ser una palabra ligera). O salga enseguida, corriendo despavorido de la cárcel de lo que imagina. Agrande de nuevo su ego, como un globo no, como una piñata que revienta de caramelos con su cara y el sabor de su boca. Frutilla del Yo. Limón Mío.


O entre y salga y salga y entre.


Decida usted, al fin y al cabo, dónde está su escenario.

 

Aquí le dejo el link.






Federico de la Riva nació el 5 de noviembre de 1984 en Buenos Aires, pero creció en un pueblo muy chico en La Pampa. Publicó los libros de poesía Diccionario Poético Rural (2017 por la editorial El Ojo del Mármol), Siestario (2019, por Salta el Pez), Maleza (2020, por El Vendedor de Tierra y presentado en el 2022 en el Museo Sívori). Su cuarto libro, La persistencia de las moscas, se publica este año en Salta el Pez.

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